CAPÍTULO 5
16/02/2286
Trabajando de forma clandestina, cuatro científicos de la Fundación
Murray, mis principales colaboradores y yo, hemos comenzado a preparar
mi viaje cerebral a bordo de KEPLER. En la primera fase, soy objeto de
innumerables exámenes neurológicos. Disponemos de apenas año y medio
para completar mi trasplante y mi proceso de adaptación.
Ahora que voy conociendo mejor a nuestros colegas de la Fundación
Murray, advierto que uno de ellos, Arthur Lemke, el brazo derecho de
Richard Heydon, el director, aparenta ser una persona de muy pocos
escrúpulos. No es que anteponga la ciencia a la ética, como para bien o
para mal todos los implicados en esta experiencia estamos haciendo,
sino que en su caso valora el triunfo personal, el éxito económico, por
encima de cualquier otra cosa. Ya está cavilando diversos modos de
obtener ganancias astronómicas explotando en el futuro este nuevo
mercado de la bioingeniería.
01/03/2286
Recibo entrenamiento intensivo mediante Realidad Virtual, a fin de
habituarme al tipo de percepciones sensoriales y respuestas nerviosas
que tendré cuando mi cuerpo sea el de la cosmonave en sus distintas
fases de la misión. El entrenamiento se complementa con pruebas de
diversa índole en sistemas de telepresencia que usan cuerpos estáticos
o móviles.
No es fácil improvisar un plan de semejante magnitud en tan poco tiempo.
27/03/2286
La unidad de soporte
vital que albergará mi cerebro durante tres
décadas, está ya casi lista, si bien deberá pasar antes una larga serie
de pruebas a fin de verificar su fiabilidad. Irá protegida dentro de un
tanque cilíndrico con un tamaño no mucho mayor que el de los bidones
para cadáveres radiactivos. En sus terminales, se conectarán poco antes
de la partida, todos los enlaces con los sistemas y subsistemas de a
bordo. La operación será efectuada por mis colegas. Desde que salga de
las instalaciones del instituto, este singular bidón permanecerá
sellado, no pudiendo abrirse su carcasa bajo ninguna circunstancia. Su
apariencia externa nada delatará acerca de su peculiar naturaleza,
pasando por un sofisticado modelo de ordenador.
Las tareas de ensamblaje en órbita a la Tierra de los diversos módulos
que integran la sonda KEPLER, han finalizado. Ahora vendrá una etapa de
pruebas. La nave usa un enorme conjunto de reactores de fusión nuclear.
08/06/2286
Me he sometido a
las primeras pruebas de conexión neuronal con mi
pericerebro, derivado de mi diseño de ordenador. Su función es actuar
como esclavo de mi cerebro, por así decirlo, y expandir mi capacidad
mental en áreas como el cálculo matemático o la memoria,
imprescindibles para gobernar una nave y archivar la ingente cantidad
de datos obtenidos en un viaje interestelar. Parece muy espectacular,
pero el concepto es elemental: Un ordenador donde en vez de teclado,
hay terminales excitables por la actividad neuronal. De este modo, no
necesito teclear una operación matemática y esperar a ver el resultado
reflejado en la pantalla; me basta pensar y al instante aparece en mi
mente el resultado. La sensación que siento es de que soy yo mismo
quien efectúa esos cálculos. Lo mismo ocurre con la memoria. Recuerdo
cualquier detalle almacenado en formato digital, y en verdad tengo la
sensación de recordar, aún cuando se trate de datos científicos que
jamás haya conocido antes.