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Existe una gran preocupación popular
sobre la relación potencial entre el calentamiento global y la
frecuencia y severidad de los huracanes, olas de calor y otros eventos
meteorológicos extremos. Sin embargo, otra consecuencia potencial del
Cambio Climático, menos difundida por la prensa pero igual o más
preocupante, es la que últimamente debaten con creciente atención los
expertos en seguridad internacional. Estos expertos creen que los daños
que el Cambio Climático causa a los ecosistemas, y la competencia que
como resultado se establecerá por el acceso a los recursos naturales,
podrán actuar, de manera cada vez mayor, como detonantes de guerras y
otros conflictos en el futuro.
Pelearse por el acceso a recursos naturales vitales como la comida o el
agua cuando son escasos, no es una situación nueva. A lo largo de la
historia humana, bastantes guerras, e infinidad de conflictos sociales,
han surgido de poblaciones con capacidad agresora azotadas por hambrunas
y otras necesidades extremas. El Cambio Climático Global podría
establecer nuevas e inesperadas situaciones de carestía en diversos
puntos del mundo, incluidos aquellos en los que la actual riqueza de
recursos naturales es una base sólida que garantiza la estabilidad
social y geopolítica.
El agua y la comida son bienes indispensables para la supervivencia, y
ambos son sensibles a los cambios en las condiciones climáticas.
Para empezar, se teme que el número de regiones en el mundo vulnerables
a la sequía aumentará en los próximos años.
Las reservas de agua almacenadas en los glaciares y en la cubierta de
nieve en las zonas altas de cordilleras montañosas, como los Andes y el
Himalaya, también se prevé que disminuyan.
Esta carestía de agua, a su vez, no sólo perjudicará de modo directo a
las poblaciones humanas, sino que además repercutirá sobre la
agricultura.
La degradación de estos recursos críticos, combinada con las amenazas a
la población causadas por los desastres naturales, las enfermedades y el
desmoronamiento de la economía y de los ecosistemas, podrían tener un
efecto de cascada.
Los cambios medioambientales provocados por el calentamiento global no
sólo afectan a las condiciones en que deben vivir las personas de cada
zona, sino que pueden a su vez generar efectos sociales mayores,
amenazando las infraestructuras de la sociedad o induciendo respuestas
sociales que agraven el problema. La tensión socioeconómica y política
asociada puede minar el funcionamiento de las comunidades, la eficacia
de las instituciones, y la estabilidad de las estructuras sociales.
Estas condiciones degradadas pueden conducir a disturbios sociales,
sobre todo en países en los que exista una gran brecha económica entre
ricos y pobres, e incluso degenerar en un conflicto armado.
Por desgracia, dramas de esta clase se desatan de manera habitual en
bastantes zonas del mundo, estén o no castigadas por el Cambio
Climático.
Grandes áreas de África están sufriendo de escasez de alimentos y agua
potable, lo que los hace más propensos a los conflictos y más
vulnerables a los efectos de éstos. Un ejemplo de ello es Dafur, en
Sudán, provincia donde un conflicto en marcha se vio agravado desde que
la sequía forzó a colectivos de pastores árabes seminómadas a
trasladarse hacia las áreas de los granjeros africanos.
Otras regiones del mundo, incluyendo el Oriente Medio, Asia Central y
Sudamérica, también están siendo afectadas.
Con tanto en juego, los expertos recomiendan múltiples estrategias para
prevenir consecuencias que, de no impedirse, serán muy difíciles de
remediar. Entre las estrategias más críticas, está la de que los
gobiernos incorporen medidas para afrontar el cambio climático dentro de
la política nacional de cada país. Más allá de eso, es necesario un
enfoque cooperativo internacional para mitigar los riesgos.
Aunque el cambio climático es un factor potencial de creación de
conflictos, también puede tener efectos contrarios, si empuja a las
naciones hacia una actitud más cooperativa, al entenderse que es una
amenaza común que requiere de acciones conjuntas.
Una de las señales más recientes y esperanzadoras en este frente, fue la
cumbre de 2007 sobre el clima celebrada en Bali, que reunió a más de
10.000 representantes de todo el mundo para trazar un plan de acción
contra el Cambio Climático.
La "hoja de ruta" de Bali tiene muchas buenas ideas, pero ha sido
criticada por ser demasiado imprecisa para poder impulsar de manera
eficaz esa cooperación internacional plena contra el Cambio Climático.
Sin embargo, los aparentes conflictos de intereses entre el medio
ambiente y la economía serán descartados tan pronto se entienda que
proteger el medio ambiente es una inversión económicamente rentable para
el futuro, en comparación con el alto coste de tener que solucionar
mañana desastres graves que se habrían podido evitar hoy con medidas
preventivas baratas.
Además de la cooperación global, estudiar el pasado puede resultar
también muy útil, ya que ello permite predecir con mayor fiabilidad
situaciones que ya se produjeron en el pasado.
La historia ha demostrado cuán dependientes somos los humanos de un
estrecho margen de variabilidad climática en lo que se refiere al
promedio de temperatura y al de la lluvia. Las grandes civilizaciones de
la humanidad comenzaron a florecer después de la última edad de hielo, y
algunas desaparecieron debido a las sequías y a otros cambios adversos
del clima.
Por ejemplo, la llamada "Pequeña Edad de Hielo" en el hemisferio norte,
que duró de 1645 a 1715, fue causada por una caída de la temperatura
media de menos de un grado Celsius.
Y pese a tan sutil descenso, las consecuencias fueron muy graves en
diferentes partes de Europa. Las calamidades incluyeron pérdida de
cosechas. La población disminuyó. Los conflictos militares y los
disturbios se hicieron más frecuentes como consecuencia de esas
privaciones, como ha sugerido un estudio empírico reciente.
Sin embargo, como la historia ha demostrado, los seres humanos somos muy
capaces de adaptarnos a las condiciones climáticas cambiantes, mientras
estos cambios sean moderados.
El desafío es por tanto frenar la dinámica del sistema climático y
estabilizarlo en niveles que no sean peligrosos.
Jürgen Scheffran, investigador en el Programa para el Control de
Armamentos, el Desarme y la Seguridad Internacional, y que además
trabaja en el Centro para la Investigación Avanzada de Bioenergía en la
Universidad de Illinois, está entre los expertos que analizan el riesgo
de conflictos armados promovidos por el Cambio Climático Global, y que
intentan impulsar medidas para mitigar tanto como sea posible ese
cambio.
Después de realizar una minuciosa inspección de investigaciones
recientes, Scheffran ha llegado a la conclusión de que los impactos que
tiene el Cambio Climático sobre la seguridad humana mundial se extienden
mucho más allá de lo que la limitada visión de la humanidad ha percibido
hasta ahora.
La revisión de Scheffran incluye un análisis crítico de cuatro
tendencias que en un informe publicado por el Consejo Asesor Alemán
sobre el Cambio Global se identifican como algunas de las que con mayor
probabilidad desestabilizarán a las poblaciones y a los gobiernos: la
degradación de los recursos de agua potable, la inseguridad en cuanto a
la disponibilidad de alimentos, los desastres naturales y la emigración
por causas medioambientales.
Scheffran también cita un informe del año pasado realizado por un grupo
de trabajo del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático
(IPCC), en el que se ratifica que el Cambio Climático puede afectar a
ecosistemas y especies de todo el mundo, desde las selvas tropicales
hasta los arrecifes coralinos.
Sin embargo, Scheffran todavía es optimista porque aún es posible frenar
lo suficiente el Cambio Climático como para impedir ese temible auge de
conflictos armados. Su optimismo se basa en buena parte en que las
labores de concienciación pública y educación que hoy se realizan hacen
de las preocupaciones sobre el cambio climático una prioridad.
"El calentamiento global recibe ahora más atención pública y política
que unos pocos años atrás", señala Scheffran. "Están emergiendo
movimientos de base en Estados Unidos para proteger al clima y para
desarrollar alternativas energéticas, involucrando no sólo a muchas
empresas y comunidades locales, sino también a estados influyentes, como
California, gobernada por Arnold Schwarzenegger." |